Uno de los puntos positivos que podemos extrapolar de la pandemia del Covid-19 es la posibilidad de reencontrarnos con nosotros mismos durante el confinamiento vivido. Ha saltado a la luz, la crisis más importante, la crisis de los valores y, en cierta medida, una crisis existencial; aquella que nos ha proporcionado un momento de reflexión acerca de la humanidad y de cómo debemos replantearnos nuestro futuro.
Hoy os traemos 3 textos escritos desde el confinamiento que constatan que escribir nuestros sentimientos ayuda a mejorar nuestro estado emocional.
«Súper- Politi-frágil- ístico – Palabrumadoso
aunque suene extravagante, raro y espantoso.
Con-Fin-à :::::>miento
Sin-fin ::::: ::::>desmiento
Jugar con ellas
sin que se las lleve el viento,
porque al igual que nosotros, políticos,
se encuentran en confinamiento.
Forman parte de planes, promesas y afirmaciones,
actos lingüísticos llenos de intenciones,
que llegan, aunque virtuales,
como misiles a nuestros hogares.
Necesarias son, para afrontar
esta nueva realidad,
por otro lado, también sobran
cuando el duelo las “coronan”.
Poco más que contar,
Dirían exhaustas,
de que se las connoten
para manipular,
Ya no necesitan demostrar
lo que nuestra propia experiencia
tiene que afrontar.
No queremos más adivinanzas
Ni falsas esperanzas,
Queremos que como ellas:
Justicia, Progreso, Responsabilidad,
Por si solas se valgan.
Porque su valor es abrumador
aunque a veces caigan en picado
Por un sabio refranero
que las cotizó a 1000 por acción.
(Una imagen vale más que mil Palabras)
Pero que contradicción!
Este trabalenguas tiene toda la razón!
#únete a PALABRUMADOS
POR SUPERpolitiFragilisticos
LORETO MARTÍNEZ-CAÑO
Coge la vida. Y juégala.
«La mayoría de las veces me siento expectante. A la espera que alguien baje y me diga al oído “de esto trata la vida, venga, va, ahora corre y juégala.” Y es que intento buscar las instrucciones que guardé en los cajones de mi absentismo una y otra vez, pero las perdí hace mucho tiempo.
Es entonces, cuando sentada al borde del abismo, en una montaña rocosa con vistas al mar, llega a mi mente, como un relámpago juvenil, la idea de poder observar la vida como si de una emocionante adivinanza se tratara. Luego, inquieta, me quedo horas y horas dándole vueltas a esa cabeza insatisfecha, mientras me abandono bailando por el acantilado al compás de los tambores del tiempo. Pero termino agotada sin obtener respuesta alguna, con la misma sensación que tenía cuando empecé a escribir estas líneas inciertas.
Me siento vulnerable por no saber descifrar mi propia tesis. Por un instante, me paro detenidamente y dejo que me abofetee la nada, el vacío, lo que ya es .Alegre, pero desconcertada, doy por hecho lo insignificante que es hacernos tantas preguntas si tardamos más en formularlas que en apreciar la verdadera respuesta: lo que ya existe en el ahora. Lo que de verdad ES.
Me prometo que, esta vez, voy a recibirlo sin enjuiciarlo y convertirlo en simples etiquetas de lo que consideramos bueno o malo, aceptando sencillamente la realidad tal como se nos presenta, sin querer manipularla ni adjetivarla según nuestros propios intereses.
La vida pasa a través de nosotros, como un canal sucedáneo, hecho a medida, a disposición de las herramientas necesarias para que todo el engranaje encaje, para que todo suceda como la naturaleza así lo desea y es entonces cuando decido mirar hacia arriba, sonreír al infinito y aplaudir generosamente porque su exitoso invento funcionó.
No tengo duda alguna que fuimos elegidos para navegar entre mares más calmados o más inciertos, pero que al final todos ellos nos llevan al mismo caudal de la vida y la muerte, lo único seguro. Todo lo demás permanecerá eternamente sin existir»
MARTHA VILARO
Tener que olvidar
se vuelve una trampa voraz
que te tiende el propio olvido.
Cuánto más profundo en la tierra,
más encima de tu piel,
más fuego y más oxígeno avivado
por intentar descodificar tu recuerdo.
Tus pasos que desandan las aceras,
la voz de un prisma
esta vez espera
a ese tiempo dormido,
inmóvil en su multicolor trinchera.
Galaxias paralelas.
Tanto quiso enterrar,
que se olvidó
de cómo olvidar.
MARISSA BELLÓN